L'enfer, c'est les autres...

jueves, enero 28, 2010

Ton oeil

Ton œil.


Ese día fue un domingo en la mañana. Tuvo un lento despertar después de una noche de excesos, paraísos artificiales contenidos en pastillas de colores, residuos de enervantes en el sistema; pero las ganas de cumplir con las mínimas responsabilidades que tenía le revolvían la conciencia. Divagaciones químicas, recuerdos difusos, sueños raros y finalmente la quitada de culpa haciendo un deber que puede parecer inocente a los ojos de otros, pero que en realidad es una vil joda: limpiar el espacio donde vivía su perro, Jalíl, un híbrido de danés y bóxer regalado por unos vecinos. Empezaba a quitar la mierda combinada con buganvilias provenientes del árbol contiguo, que le daban a la desagradable tarea un toque menos grotesco, cuando de pronto percibió un zumbido proveniente de un rincón. Se acercó y vio un cúmulo de moscas revoloteando alrededor de una mancha de líquido marrón. Aunque la resemblanza del color de esto con el de la sangre seca le causó un escalofrío que le recorrió la espalda por un momento largo, fingió no darle importancia al hecho y terminó de limpiar lo que le quedaba del espacio donde vivía su perro. Cuando llegó el momento de echar agua con la manguera para dejar bien limpio el lugar, se acordó del incidente. Intentó no darle importancia y se dio fuerzas para vencer el sentimiento que lo había sobrecogido con un poderoso chorro de agua. Después de que las moscas volaron, alcanzó a percibir un objeto alargado, putrefacto, que en efecto, estaba ensangrentado. Esta visión lo perturbo casi al borde del grito. Finalmente decidió acercarse para corroborar si lo que estaba viendo era un alucine de reminiscencia de la noche anterior o si de verdad había tal atrocidad en su patio. El objeto que percibió era un ojo humano, con un trozo de nervio óptico todavía pegado. El iris del ojo era de un color extrañamente familiar, un color que había visto muchísimas veces, todos los días, desde hace más de ocho meses, un tono que unas veces era verde, y otras tornaba al azul-grisáceo, un color que había intentado describir muchas veces pero que nunca había podido hacerlo de una manera que se acercara a la realidad. Era el ojo de su morra, y el terror llegó de manera súbita por que estaba seguro que nunca había visto otro igual, y que nunca lo vería. El ojo tenía la pupila del tamaño de una aguja, otro detalle escalofriante que hizo que una recapitulación de los hechos que habían ocurrido desde el día anterior en la tarde pasara por su mente como relámpago. Y recordó:

Su memoria se remontó a aproximadamente a las cuatro de la tarde del sábado, cuando había ido a visitar a su proveedor habitual de substancias psicotrópicas, uno de tantos pedo definitivamente el mejor, El Conéctor (su nombre real era Héctor). Después de recibirlo en bata, intercambiar un breve saludo, darle las cuatro pastillas habituales del fin de semana (ésta vez eran de color azul marino, tenían puntos cafés y estaban grabadas con la imagen de un corazón ♥-Love -), un papelito abarrotado de polvo blanco estupefaciente, y recibir los billetes Héctor le dijo:

-Compa, tengo algo que seguro te va a gustar…Straight from the south…-
¿De veras?...-
Sí, a wevo, namás cheka esta belleza…-

El Conéctor le mostró un cuadro del largo de una cajetilla de cigarros, un poco menos grueso, que contenía un material que se le hizo parecido a la cera de Campeche, envuelto en celofán y le dijo:

Puro opio del bueno, directito desde el centro, esto que ves aquí son 500 pesos…¿que onda, le entras?...-
Uy wey, ya no traigo tanto…¿no me puedes vender la mitad?...-

Héctor hizo una mueca de desapruebo, pero finalmente accedió a venderle la mitad del narcótico a la mitad del precio original, ya que el personaje era un buen cliente habitual y de esos no abundaban muchos. Puso un cuchillo al fuego en la estufa hasta que tornó al rojo vivo, y luego corto el cuadro de opio como si fuera mantequilla, con una precisión que dejó ver que El Conéctor era un experto en lo que hacía.

Namás no te atasques, luego la raza se altera mucho - le advirtió El Conéctor.-

El personaje hizo cara de descontento, por qué le decía esas cosas, él ya tenía callo. Pero bueno, tomó su medio cuadro de opio recién adquirido y salió del la casa del Conéctor con una cara de felicidad que no podía disimular, hace ya tiempo que quería conseguir opio, buscar al dragón, saber que pedo con la deliciosa flor de la pereza. Llegó a su casa, como niño con juguete nuevo, y se bañó, no comió nada, siguiendo la costumbre raver del ayuno antes de los estupefacientes, se alistó para la salir, se dio unas rayas de la merca del Conéctor, cosa de llegar bien arreglado a recoger a Laëlle, su morra y salió feliz de su casa. Cuando llegó a casa de su novia, tragó una de las cuatro pastillas, tocó el timbre, ella bajó, y en el beso de saludo le pasó una de las pastillas azules, que le había vendido El Conéctor. Laëlle recibió el beso psicotrópico con una sonrisa y un trago de agua ofrecida por él, y los dos tomados de la mano caminaron hacia el carro.

¿Adonde vamos, amor?- Preguntó Laëlle.
Vamos a wonderland, darling…

Llegaron al antro, Le Lounge, tocaba un Dj de Alemania bien cabrón y las pastas se empezaban a sentir ya en el sistema. Entraron rápido, el de la entrada los conocía. Se dirigieron al área chill-out, a esperar el efecto por completo. Se sentaron en un sillón, y a los diez minutos se voltearon a ver, con una mirada inconfundible de las pastas ya habían pateado. Se dieron un beso largo y se dirigieron al dancefloor, donde encontraron a varios conocidos que los saludaron calurosamente, todos portando lentes obscuros. A las dos horas ingirieron la segunda pasta, y continuaron bailando siete horas mas, atiborrándose las narices de polvo, alucinando con mandálas tridimensionales, tomando agua, jugos y alcohol, sintiéndose parte de un todo, de un objeto viviente compuesto por las vibras de todas las personas ahí presentes; viéndose a los ojos de pupilas dilatadas y diciéndose en secreto que se amaban. Salieron del lugar agarrados de la mano a las 5:45 de la mañana, el sol iba saliendo. En ese momento, él sintió en su bolsa un paquete, y recordó, que en efecto, todavía le quedaba el opio y un una cantidad decente de polvo. Decidió que irían a su casa para fumarlo y ver el amanecer desde el balcón.

Una vez en el balcón, con una pipa de agua, líquidos para tomar y buena voluntad para probar algo nuevo, los dos estaban frente a frente. El tomó el cuadro de opio, le acercó el encendedor y derritió un poco, percibió un olor azucarado y colocó una porción del producto en la pipa de agua. Acercó la lumbre e inhaló un golpe de la substancia, que tenía un olor a flores frescas. Sintió el efecto casi inmediatamente, un placer orgásmico, una tranquilidad mística, y se acercó a Laëlle, pasándole el humo a través de un extenso beso, uno de los más sobresalientes y placenteros que había dado en toda su existencia. Derritió un poco más de la sustancia, y le pasó la pipa cargada a su novia, quien fumó generosamente. Continuaron así un buen rato, inhalando polvo y combinando el opio con otras cosas fumables, disfrutando de esa nueva sensación, alucinando y delirando fantasías producidas por el dulce humo. Se acabaron un cuarto del opio vendido por el Conéctor, y luego no pudieron con el peso de sus pestañas, quedando inmersos en el jardín de las delicias del aquella niebla de flores.

Ese era el último recuerdo que tenía de la noche pasada. Estaba desconcertado, confundido y algo mareado. Tenía náuseas y sentía el estomago extrañamente pesado. No sabía que pensar o hacer acerca de lo que acababa de ver en su patio. No estaba seguro de lo que había pasado realmente, lo que había sido o lo que había alucinado.
¿Habría matado a Laëlle? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Que habría hecho con el cuerpo y por que nada más quedaba un ojo? ¿Por qué estaba en su patio?
¿Todo esto estaba pasando realmente? Después de tantas preguntas a las cuales no tenía mucho que responder, un pensamiento que lo asustó y lo animó al mismo tiempo llegó a su cabeza:
Habría tiempo para pensar en eso mas tarde, en este momento todavía le quedaba opio suficiente para pasarse todo el día fumando…☺

2 Comments:

Anonymous The Father of the Chicks said...

jaja no mames gusano, muy ideosincratico

6:34 p.m.

 
Blogger fngs said...

old school matah, puro hich schooln
:D

1:36 a.m.

 

Publicar un comentario

<< Home